«El gran logro de Stanley Kubrick es el de convencer
al espectador de que esa luz roja es un ser sintiente, con sus emociones,
miedos e intereses. Y como en todo buen argumento, los personajes evolucionan a
medida que transcurre la trama y quien en principio era la compañía perfecta en
una misión a Júpiter, incapaz de la más mínima equivocación, se vuelve un ser
temible que comienza a tomar decisiones erráticas e impredecibles debido a algo
tan humano como el miedo a dejar de existir.»
— Rodrigo Quian Quiroga