«Mis padres me dieron una enseñanza poderosa. Mi padre me sentaba en sus rodillas cuando tenía dos años, me daba un pincel y me alentaba a pintar. Era mágico, porque yo lo veía hacer aviones de juguete que volaban, lo veía haciendo la reproducción de un fusil o de un rifle de fines del siglo XVIII. Papá me hizo mi caballito para empezar a jugar a los indios. Me hizo el arco y las flechas. Yo miraba todo eso y aprendía, y veía que con las manos, que para mí son el espejo del alma, se podían hacer muchas cosas.»
— Carlos Regazzoni
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