«Al principio aparecían unos bulbos en las ingles o en las axilas, algunos del tamaño de una manzana y otros como huevos. Casi todos los que presentaban estos síntomas morían antes de tres días. Tan poderosa era la peste, que se propagaba de los enfermos a los sanos con la velocidad de un fuego devastador. A los muertos los colocaban delante de las puertas de sus casas, de donde eran levantados y transportados en féretros o grandes tablones, a veces dos o tres en la misma tabla. Cuando los cementerios estuvieron repletos, se abrieron zanjas y se colocaron a los cadáveres en capas superpuestas cubriendo cada cuerpo con un poco de tierra.»
Giovanni Boccaccio, Decamerón
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